domingo, 16 de diciembre de 2012

"A veces... me ofrecen cocaína por la calle"


Cualquier atentado a la estética de tu forma de bailar parece que se te perdona cuando eres extranjero. Además aquí no se enteran, o fingen no enterarse, tampoco les importa, no va con ellos. Amsterdam es así. Un poco de turistas pardillos, fumados y perdidos, un poco de gays de pinta sofisticada, algún afro-guay, el hippie que trabaja en un McDonalds y la toda la colección de blondie-Barbies y Quiero-Ser-Rihanna's.

Volvía con un colega al bar donde ya habíamos estado, cuando en mitad de la plaza, en un lugar visible y muy frecuentado por locales y turistas, un tío con pinta chunga nos salió al paso.

- Hey guys, do you want some coke?  (eh chicos, queréis coca?)

Nos acercamos y abrió la palma de su mano para mostrar una buena cantidad de polvo blanco, supuestamente la droga. A mi, la verdad, pese a lo ciego que estaba, me dio asco el tío, y también su mano.




- "Déjanos probar", dijo mi colega, y casi forzado me vi a ello, mojando con saliva la punta de mi dedo índice y untándola del material, para ponerlo en mi lengua, a fin, supuestamente, de comprobar la calidad.

-No, gracias; no es lo que buscamos.

Era mi forma de decirle al coleguita que pasase, que no me daba confianza. Me daba asco, joder; y el otro, erre que erre, empeñado siempre en hacerse con una lista interminable de camellos. Por si la moscas, que nunca se sabía, decía el muy vicioso.

Ya en el bar, pese a ser miércoles y ser ya cerca de la 1, nos tomamos una pinta rodeados de una cantidad tremenda de tías buenas. Se nos acercó la más preciosa morena (otra cualquiera) preguntando con desparpajo por un mechero. En inglés, claro. Noté el gracejo, reconociendo el acento en seguida.

-Well, darling, you can ask me in your own language if you want to... ¿de dónde eres?
(bien, querida, me puedes preguntar en tu propia lengua si quieres... ¿de dónde eres?)

Era de Córdoba, lo más bonito que había visto por lo menos en la última hora; hablamos largo rato y nos dimos los números. Llegué a casa a las 4, aunque mi colega se largó tiempo antes. Al día siguiente no fui a trabajar, decidí llamar para contarles que me había puesto malito.

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