Apenas llegué pensé que era un caos. Te da la sensación de que nadie sigue ninguna norma, y que será el cielo o sus dioses quienes tengan que velar por tu seguridad. Ves venir bicis por cualquier sitio, de todas direcciones. Piensas que tu muerte será ineludible sobre el vehículo. Pero sin embargo luego descubres que no es así, al final sobrevives.
Podía haber comprado mi bici en la calle, a cualquier yonki. Ellos las roban (sí, lógicamente aquí se roban muchas bicis) para venderlas casi regaladas, a diez o veinte euros, según sea la bici. Yo he tenido la suerte de encontrar una tienda cerca de mi casa donde las venden de segunda mano. He pagado 35 euros, pero está en perfectas condiciones. Es viejucha, sí, pero funciona de lujo. Tiene, eso sí, algo que no había visto jamás antes: los frenos en los pedales. Si quieres frenar tienes que pedalear hacia atrás, y la bici frena enseguida. Aún me estoy acostumbrando, pero hasta tiene su gracia. Mi bici es vieja y está despintada, pero me lleva, que es lo que tiene que hacer.
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