Yo eché el currículum a unos cuantos sitios, y me llamaron de mi tienda. De hecho me llamó Levy, el encargado. Levy es de Israel, y como buen judío cuida con excesivo celo del más mínimo euro. Quizá por eso le hicieran encargado. En la entrevista hablamos de fútbol, y de lo que le gusta España y el cachondeo. Creo que por eso me contrató.
Levy tiene los ojos azules y saltones, que parece que le sobresalgan por encima de su inmensa napia: es muy feo. Se pasa la vida en la tienda, donde pone siempre la misma música: un disco de grandes éxitos argentinos con el que nos martiriza toda la jornada. Va de enrollado, y no parece mal tipo, pero se pone inflexible con todo lo que tenga que ver con horarios, descansos y días de trabajo: le gusta marcar territorio como jefe.
Mis compañeros y yo pensamos que es un pajillero de cuidado. Por los comentarios que hace y por cómo mira a las clientas, diría que se la machaca como un loco cada noche en las pocas horas que no pasa en la tienda. Se le cae la baba cuando alguna yogurina turista entra a preguntar algo. Se hace el chulo, sonríe, pero se le nota a leguas la desesperación y ellas se ríen de él.
Ese es mi jefe.
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