Me pongo firme y me cuadro, justo en el centro de la tienda, sobre los dos escalones que separan los dos niveles. Miro hacia la puerta, con aspecto inquebrantable, cierta chulería impostada. La gente entra por ambos lados del expositor que divide el espacio: algunos buscan camisetas, otros grinders para picar la marihuana, otros algo que comprar a sus sobrinos, y otros, muchos, son sólo curiosos. No falta el que quiere hacer, y hace, fotos a la tienda. Una de nuestras misiones es vigilar y controlar el robo de artículos, especialmente mecheros.
Picar mecheros en tiendas es algo muy común entre los italianos, españoles y portugueses. Es como robárselos a un colega: es sólo un mechero, su valor es ridículo, y como dejarlo no es problema, ovidarte de devolverlo tras su uso es una excusa perfecta, ya que la mayoría de las veces se te olvidará devolverlo realmente. En las tiendas no te puedes justificar, pero para algunos sujetos parece ser muy tentador llevarse un mechero, pues no paran de intentarlo.
Yo no he pillado a ninguno, pero es que creo que enseguida se dan cuenta de que, conmigo allí es mejor no intentarlo. Si identifico al cliente como potencialmente choricillo, me acerco al stand de los mecheros y merodeo alrededor de los muchachos, para hacerlos sentir incómodos. Luego voy y cojo alguno de los mecheros más guapos, y lo vuelvo a poner en su sitio, moviendo mis manos con ostentación, sin cortarme. Así me aseguro que ni lo intenten. También les miro a los bolsillos con suspicacia. Me encanta ver sus caras de corderitos degollados.
Sólo otra cosa: cuidado, los mecheros en esas tiendas suelen venir sin gas, y muchos de ellos ni son recargables. Los hay bien guapos, con llama que parece de soplete, y con hojas de marihuana labradas y todo lo que puedas imaginar, pero pagarás 6 o 7 euros por un mechero muy chulo que en 3 días ni te funciona ni te volverá a funcionar. Cuidado. Ya expliqué esta gente son profesionales a la hora de hacerse con tu dinero.
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