lunes, 25 de marzo de 2013

"La fiesta en casa de Carmen"

Desde luego me las prometía muy felices la semana pasada, centrado sólo en pasar a otra fase y seguir mejorando, pero a veces, muchas, la vida es demasiado hija de puta como para darte tanto cuartelillo. Curré todo el finde, pero aun así me escaqueé un rato el viernes a la fiesta internacional a la que quería ir. Eran amigos de Jessy, gente de su curro y algunos españoles más que ya conocía de antes, incluidas Carmen y Chispita, ahora ya caras muy habituales tras decenas de cafés con peta.

En la fiesta todo bien mientras todo estuvo bien. Me estuve riendo con la colección de sujetos variopintos que había, todos cocidos ya o a medio cocer: ucranianos locos, alemanes seriotes, polacos bonachones, algunos holandeses paniaguados por supuesto y algunos españoles liándola, su rol favorito. Bebimos ponche, calimocho y cerveza, y hasta nos hinchamos de lomo, salchichón y tortilla de patatas, gentileza de Carmen.


Me reí una barbaridad. Jamás olvidaré cómo Zee, una tremendísima y altísima modelo de ojazos azules, pelo de celuloide y una boquita para deshacerte en quimeras, perdió total y vulgarmente todo su sex-appeal en cuanto había ingerido 3 gotas más de ponche del que debía. De repente era vulgar, miserable, baja... tan choni como cualquiera de las pseudo-nuevas divas que críamos a raudales en los últimos años en España. La miraba y seguía viendo una mujer con unas piernas larguísimas, casi perfectas; pero ya no lucía igual, había perdido toda elegancia. Recuerdo el impacto porque de una mujer así es lo último que esperas. Pero una vez más me sirvió para recordar: la belleza es más frecuente que la elegancia.

Chispita. Su inglés es malo, muy malo. Yo entiendo que a todos los españoles se nos presupone de entrada eso, pero soy una excepción, y me joden los españoles que vienen sin intención de integrarse. Chispita bromea con los guiris, pero su inglés y su intento por usarlo no pasan de ahí. Así que se me pegó como una lapa, porque Jessy estaba más con el resto de gente, ya que su inglés -del que ella se queja- es millones de veces mejor que el de Chispita.

Y así seguimos la cosa entre pintas, petas, risas, canciones españolas y holandesas, y los vecinos empezando a quejarse. Y todo fue bien, como dije, hasta que dejó de ir; todo fue bien hasta que me peleé con Jessy.







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