"Cómo comprar un paquete de tabaco en Amsterdam"

A veces comprar tabaco en Amsterdam puede resultar toda una aventura. Estos holandeses son unos ratas acaparadores, unos malditos calvinistas exacerbados, y hasta comprando tabaco te llegas a dar cuenta, porque tampoco lo esconden. De entrada vas a pagar entre 5 o 6 euros por veinte cigarrillos, que ya está bien, la verdad. Con las 40 palabras de mierda que he aprendido en holandés me apanyo para poder decir algo así como /mag ik een lucky strike, alstublief? (puede darme un lucky strike, por favor?) y entonces, casi sin excepción, estés en la tienda que estés, te dirán, en inglés: "you want lucky strike?" y entonces es cuando ocurre. Se te pone cara de gilipollas y te quedas ahí mirando por un segundo sin saber muy bien qué está pasando. Y qué pasa si yo es que, mire usted, no hablo inglés? O...por qué no sigo tus reglas y te contesto ahora en espanyol, la segunda lengua más expandida? La primera vez que te pasa crees que es de buena fe, porque crees en la bondad universal (tú, pobre iluso). Pero luego te das cuenta que lo hacen adrede, que marcan una barrera que te recuerda que, de algún modo, no eres igual, no eres de aquí. Es una acusación fuerte, sí, pero es lo que hay.

Y luego tienes las putas maquinitas de los bares. Son tan maquiavélicos en su afán usurero que han ideado un modelo único, que se repite en diferentes versiones según el bar. En primer lugar, la máquina no da cambio. Si tienes suerte (nótese la ironía) no perderás dinero, porque para conseguir tus cigarrillos tendrás que introducir en la máquina el importe exacto. Más te vale tenerlo. Te deseo que no fumes la marca que cueste un pico extranyo, algo así como 5'85... porque verás qué aventura conseguir esos céntimos. He llegado a pasarme 20 minutos exclusivamente dedicado al proceso de sacar tabaco de una máquina. 

Bien, has llegado a ella. No se les ocurrió ponerla en otro sitio más lejano de la barra que en el piso de arriba, junto al banyo. Algunas veces me pregunto si es que se puede fumar en el banyo, carajo. Has conseguido cambio después de esperar en la cola a que el camarero te lo diese, después de poner 14 cervezas a los que estaban antes que tú. Te dispones a introducir tu colección de irritantes monedas de cinco céntimos, esas que nadie quiere, una a una en la maquinita y por fin lograr acceder a tu casi imposible vicio. Presionas el botón de la marca deseada y... en perfecto holandés *que ahora ya entiendes porque te has cagado ya mil veces en sus muertos* te advierten que necesitas la moneda del control de edad. Vuelta a la planta de abajo, a la cola, pides la moneda y por fin vuelves a la máquina. Entonces hay alguien delante de ti introduciendo 28 monedas de cinco céntimos una a una. Decides posponer la operación y entras al banyo. De frente, el espejo. Constatas tu cara de gilipollas. Keep trying.