domingo, 20 de enero de 2013

Y de fondo, la magia...

Era un sujeto altamente imprevisible, eso era obvio para todos los que le conocimos.
Podía ser el tío más hermético y reservado, y observarte atento desde su silencio, tanto como no parar de hablar, contarte todo, lo importante y lo que no, para luego desconectar con frecuencia de las conversaciones y perderse en sus propios pensamientos.

Y es que, más allá de su dicharachero entusiasmo, escondía un fondo lleno de sueños, deseos y creencias que le hacían especial. Hacían de él un soñador, un firme creyente en un algo invisible que guiaba a todos hacia el éxito. Esa locura le hacía sin duda especial.

jueves, 17 de enero de 2013

Amando los cielos

Nadie hubiera podido comprender con facilidad de dónde le venía esa extraña conexión con la naturaleza. Sus últimos meses en Madrid habían sido reveladores, y el vínculo no lo había perdido en la nueva ciudad.
Es por eso que entre tanto canuto, paseo a pie y en bicicleta, y quedadas en cofis con los colegas, siempre encontrase un momento oportuno para pararse y pasar unos minutos mirando, simplemente contemplando.

Descubrió así, por estar atento, por sorpresa, que los cielos de Amsterdam se pintan de paletas de colores tan vivos que parecen sacados del celuloide. Vio cielos morados y amarillos, fundirse con los tonos de azul de la noche, que caía en invierno antes de las cinco, y en su caída dejaba niveles distintos de oscuridad hasta tornarse negra. Se paraba y hacía fotos, que jamás reflejarían tanta belleza original, con su móvil de mala muerte. Pero se sentía feliz apreciando su nuevo sitio, los rincones de su nuevo hábitat.

En el fondo, de forma extraña, algo le hacía sentir que no se había equivocado con su decisión, que en la ciudad le esperaban grandes cosas, y que allí se haría mucho más grande.

No podía ni imaginar cuánta razón había en aquellos pensamientos.

sábado, 12 de enero de 2013

"Nocheviejas y otras formas de desparrame"

Más allá de mi vida en la tienda ojeando transeúntes y mis paseos en bicicleta por los canales, observo crecer mi círculo social poco a poco. He pasado las navidades aquí, pero tengo que contar la que liamos en nochevieja.

Seríamos unos diez, no demasiados, pero el ambiente era genial. Estábamos en la casa de los chicos, Cristo, Julio, Frank con sus chicas y algún par de amigos más. Era nochevieja, había ganas. Yo acababa de llegar a la ciudad y eran mis primeras fiestas aquí, y esa energía que había traído aún se contagiaba lo bastante como para que, mezclada con el sentimiento navidenyo de quienes pasan las fiestas lejos de los suyos, explotara en maravilloso cóctel de jolgorio.

Cenamos en el salón, inmenso, y tomamos las uvas entre risas, cava y porros. Después subimos a la azotea a ver los fuegos. En Amsterdam se permiten los petardos sólo el día de nochevieja, por lo que todos los críos aprovechan para convertir la ciudad en una estridencia insoportable. De hecho, al pasar con la bici, es típico que te lancen a las ruedas algún explosivo, que provoca tu susto/sorpresa haciéndote mencionar a las madres de los revoltosos en no la mejor manera posible.